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¡Ahí viene el Coronavid! La experiencia de Sandino Bucio Dovalí en la Judea Cora
Here comes the Coronavid! Sandino Bucio Dovalí’s experience in Judea Cora

 

Blanca María Cárdenas Carrión
Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH

blanca_cardenas@inah.gob.mx

 

Carlos Arturo Hernández Dávila
Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), INAH

crucesymontealto@gmail.com

Fecha de recepción: 15 de enero de 2023
Fecha de aprobación: 20 de febrero de 2023

La pandemia por covid-19 es un tema que todavía cala en nuestros espíritus con efectos que, en muchos casos, son incalculables en el mediano plazo. Nadie estaba preparado para coexistir con un virus zoonótico tan contangioso y letal para la salud humana, pero además, tan pernicioso para la vida como la conocíamos. Tal vez sea muy temprano para pensar con suficiente claridad las lecciones que nos ha dejado este coronavirus, pero la pandemia iluminó intersticios de desigualdad, dolores, violencias y fracturas sociales profundas,[1] obsequiándonos la posibilidad de crear una nueva realidad más justa o, al menos, conciente de los innumerables mundos que nos rodean.

En ese contexto de discernimiento, desde mediados de 2020 emprendimos un proyecto de investigación que nos aproximara al impacto de la pandemia en diferentes comunidades rurales y semirrurales de la república mexicana. De manera gradual y a la distancia, comenzamos a tener noticia de pueblos que cerraron sus accesos y generaron sus propias lógicas de protección frente a un agente desconocido. En todo el país, muchas comunidades se organizaron para practicar ceremonias que, pese a las recomendaciones gubernamentales, se llevaron a cabo con la intención de “danzar para no morir”.[2]

Preguntas esenciales que se revelaron profundamente complejas aparecieron frente a nuestros ojos: ¿qué es el virus?, ¿cuál es su rostro?, ¿de qué color es?, ¿cómo podemos vivir con él? Lo que empezaba a quedar claro es que el virus es fractal,[3] pues tiene muchos rostros, personalidades, conductas y tratamientos. No todos vivimos con el mismo virus; para algunos era una pesadilla incomprensible, un monstruo intangible. Para otros se trataba de una amenaza del mundo moderno dispuesto a despojar a las comunidades de sus territorios y a arrebatarles hasta la vida misma.

De ese modo, el proyecto comenzó a decantarse por un interés específico en la producción de máscaras tradicionales, pero no como objetos de arte popular dispuestos a exhibirse en el espacio museográfico, sino entendidas como dispositivos que materializan la alteridad e instrumentos de transformación en contextos rituales. ¿Cuál es el rostro del virus? En otras publicaciones que se desprenden de este mismo proyecto[4] hemos comentado la existencia de máscaras originarias de Hidalgo, Guerrero, Jalisco, Puebla, Oaxaca y Veracruz, donde los artesanos mostraron al virus con miradas amenazantes, gestos torcidos y colores o diseños deslumbrantes. Las máscaras dieron cuerpo al virus por medio de la creatividad y destreza de sus creadores; sin embargo, una de las primeras máscaras que llamó nuestra atención apareció en Nayarit y fue creada y danzada por un joven viajero, escritor de poesía y estudiante de la unam en la Ciudad de México. De acuerdo con una noticia publicada el 20 de mayo de 2020, en la comunidad de Jesús María, en el Gran Nayar, en el marco de la Judea Cora, Sandino Bucio Dovalí usó una máscara de coronavirus y, al cabo de cinco días, fue lanzado al río por la comunidad para evitar la llegada del virus y sus nefastas consecuencias.[5]

Si bien Sandino no tiene una formación antropológica, su sensibilidad artística y cercanía con la comunidad cora nos pareció interesante y decidimos contactarlo para recuperar su experiencia etnográfica. La Judea o Semana Santa cora es un evento que incluye actos performáticos, danza, luchas cósmicas, música, procesiones, rezos y actividades que son cuidadosamente planeadas y ejecutadas por los participantes. Los objetivos de la Judea están asociados con el ciclo agrícola del maíz y el inicio de la temporada de lluvias; en otras palabras, están vinculados con el renacimiento, la recreación de la vida y la cohesión comunitaria.

Uno de los rasgos distintivos —incluso en el ámbito turístico— de la Semana Santa en esta región de la sierra Madre Occidental es la presencia de los “borrados” o judíos; es decir, hombres que pintan su cuerpo de negro con las cenizas del olote quemado y portan un sable y una máscara de colores. La presencia de los “borrados” es fundamental, pues dejan de ser personas para convertirse, durante algunos días, en demonios que, al término de la ceremonia, se autodestruyen, restaurando la paz y el equilibrio en el pueblo. Pese a su condición mestiza, Sandino fue un “borrado” durante la Judea de 2020 y su presencia otorgó un carácter novedoso al ritual.

La lluviosa tarde del 13 de julio de 2021, nos encontramos con Sandino en el Centro Histórico de la Ciudad de México.[6]

 

 

Figura 1. Sandino Bucio Dovalí por sexta ocasión en la Judea Cora y portando la máscara del “Coronavid”. Cortesía de Sandino Bucio Dovalí, 11 de abril de 2022, https://www.facebook.com/photo/?fbid=10157102151032286&set=a.10150411195887286.

 

La Judea Cora

¿Cómo llegaste a Jesús María?

La historia empieza precisamente con las máscaras. En 2014 fui a San Luis Potosí y visité uno de los museos de máscaras más grandes del mundo. En la sección de México, recuerdo que me llamó mucho la atención una máscara cora. Yo en ese momento no sabía casi nada de la Judea Cora, pero se me quedó muy grabada esa máscara de madera y cuando regresé, empecé a investigar en internet en qué fechas se usa, qué pueblos la hacen, cómo se llega, etcétera.

Aunque leí en internet que no dejaban entrar gente de afuera, decidí ir a Nayarit. En la Semana Santa, cierran el pueblo desde el martes y no dejan entrar coches ni camiones. Pero yo fui y cuando llegué un señor me empezó a insistir para que participara en la danza; me dijo: —puedes participar, pero tienes que aguantar—. Me di cuenta de que, desde hace muchos años, los coras se han juntado con mestizos y ahora todo es más abierto. Este señor me contó que hasta gringos han venido a participar, sólo hay que pedir permiso a los capitanes y aguantar para que no te den castigos, multas o cárcel. Durante esa semana hay muchas reglas: la gente no puede tener relaciones sexuales, no pueden tomar alcohol ni bañarse en el río. Si rompes esas reglas, hay castigos como ponerte bajo el sol todo el día.

¿Quién asigna esos castigos?

Dentro de la Judea hay muchos cargos que van cambiando cada año. También hay dos grupos: el de los judíos o borrados y el de los fariseos que cuidan la iglesia y los santos. En el grupo de los borrados están los capitanes, que son los hombres más viejos del pueblo; después están los cabos, que vigilan que todo funcione bien.

También participan personas de otras rancherías y los borrados pueden dividirse en grupos de familias o amigos; es decir, hacen equipos y cada uno decide cómo se pintan o si usan algo distintivo. A veces se ponen máscaras de animales, piratas, soldados y hasta de aztecas con penachos. Pero cada grupo tiene un jefe que debe estar al pendiente de que nadie vaya al río a bañarse; si un jefe encuentra a alguien rompiendo las reglas, lo trae frente a los capitanes y lo multan con 50 pesos o algo así.

¿Qué significa “aguantar” en el contexto de la Judea?

En las fechas de la Judea hace mucho calor y la región ya lleva meses de sequía. De hecho, parte de las funciones de la Judea es la petición de lluvias, pero en ese momento, el calor y el sol son muy intensos y la Judea exige correr y danzar durante cuatro días al menos. Los capitanes solamente te dejan tomar agua y comer por la tarde, lo que significa que desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde estás en ayunas. La sed es la parte más difícil. Es cansado y hay gente que se desmaya por deshidratación, sobre todo, niños.

Más o menos desde los nueve años, los niños ya participan en la Judea, pero los jueves, cuando se danza cuatro horas en la plaza del pueblo, muchos se desmayan. Por eso te lo advierten desde el inicio: si le vas a entrar, tienes que aguantar. No puedes participar nada más uno o dos días, tiene que ser toda la semana. Además, si ya estuviste un año, tienes que regresar los cuatro años siguientes, pues de lo contrario tendrás mala suerte.[7]

El primer año es una prueba porque tienes que estar todo pintado de ceniza negra, sin adornos, rayas o cruces. No puedes usar máscara todavía. El segundo año ya te dibujan una raya en diagonal. El tercer año, una cruz. Hasta el cuarto año puedes usar máscara. Yo pasé por ese proceso y aunque tenía 25 años, mi primer año me pinté de negro y no la usé, únicamente me dejaron usar un sombrerito que ellos llaman “bonete” y que puede ser un sombrero cualquiera o una gorra forrada con papel y engrudo. A partir del jueves, ese sombrero se pinta de rojo.

¿Por qué es importante la máscara en la Judea Cora?

Es muy diferente participar con máscara que sin máscara. Si la traes, para empezar, no te la puedes quitar en toda la semana o te regañan los cabos. Si traes máscara es para usarla, no para cargarla en la mano. Pero, como hace tanto calor, es horrible estar adentro de ella mientras corres. Si la máscara es grande, además, duele el cuello. Y las primeras veces que la usas, como sólo ves a través de las rendijas, chocas con alguien todo el tiempo.

Pero es importante porque el acto de pintarse y usar la máscara es como “borrarse”. Eso me han explicado: cuando te pintas, borras tu personalidad, dejas de ser tú para ser la máscara, un espíritu. La palabra “borrado” viene desde los españoles, que en sus escritos no borraban las palabras donde se equivocaban, sino que las tachaban con tres líneas similares a las que los coras dibujan sobre sus cuerpos.

La pandemia y la danza

¿Cómo llegó la pandemia a Jesús María?

Yo llegué a Jesús María antes de que empezara la pandemia y cuando se declaró la cuarentena, yo ya estaba ahí, por lo que me tocó ver las discusiones sobre si se hacía o no la danza. Fue un dilema muy grande porque no se ha cancelado desde la Guerra Cristera y en aquella ocasión, hubo una tormenta terrible que afectó todas las cosechas.

Para los coras es muy importante hacer la danza. El gobernador de Nayarit y el mismo presidente municipal les insistieron en cancelarla y otros pueblos aceptaron. Pero en Jesús María sí se realizó la Judea porque su política se basa en usos y costumbres. De hecho, al inicio de la Semana Santa se hace siempre un evento de entrega de cargos donde la policía entrega su poder[8] a los jefes del pueblo para que decidan, durante esos días, si cobran multas, quién va a la cárcel o si cierran caminos. Entonces, solamente los jefes del pueblo podían tomar la decisión sobre la danza.

Me acuerdo que se encerraron varias semanas a rezar y debatir. Un viejito que no tenía cargo, pero que es respetado por todos, un día dijo que había soñado que el virus llegaba al pueblo y en el panteón había cuerpos expuestos carcomidos por las urracas. Nadie iba a enterrarlos por miedo a contagiarse. Este tipo de presagios fueron considerados, pero el gobernador y el centurión, los dos líderes importantes en la Semana Santa, al final se dieron cuenta de que si no hacían la Judea, les iba a ir peor porque se afectarían las cosechas y todo el año les iría mal.

Era más riesgoso no hacer la danza. Además, en ese momento no había contagiados en la sierra; creo que sólo había dos casos en Tepic, entonces veían a la enfermedad como algo lejano y sólo tomaron la medida de no dejar entrar a nadie externo al pueblo. Lo bueno que yo ya llevaba un mes y medio ahí y me conocían de años atrás.

¿Cómo se te ocurrió hacer una máscara del coronavirus?

Yo ya había decidido hacer mi máscara de coyote y ya la estaba diseñando porque es un proceso que toma tiempo. Las máscaras tradicionales se hacían de madera con cuernos de venado, colmillos de animales y pelo de caballo. Después empezaron a hacerlas de papel sobre un molde de barro que se forra con engrudo y cartón, para agregar los detalles con alambre o madera.

Las máscaras antes se pintaban con palo de Brasil o tintes naturales, sólo de rojo o negro con las cenizas del olote. Ahora las máscaras se pintan con acrílico y a veces con aerosol. Además, ya empezaron a hacer máscaras de otras cosas más allá del jabalí y venado. Con la televisión, ahora hay máscaras de dragones y otros monstruos.

Desde el año 2000, más o menos, se empezaron a usar máscaras de hule de personajes como Donald Trump, López Obrador, Chucky y Frankenstein. Comerciantes de la Ciudad de México van a venderlas y sobre todo son los jóvenes quienes las compran. Pero al final hay una mezcla, porque todavía hay gente que usa sus máscaras de madera, hay de todo. También hay hombres que se visten de mujeres y usan rostros femeninos.

Pero bueno, la tradición es que cada quien hace su máscara y al final, las avientan al río, por lo que hay que hacer una nueva cada año. Ahora hay gente también que las guarda para venderlas o reutilizarlas, las pintan de blanco y las redecoran. Pero lo que sé es que cada quien hace su máscara porque se sueña con el personaje que se aparece o te elige; normalmente son diablitos y animales a los que les tienes más miedo. Por eso, la máscara debe asustar.

Y yo estaba ahí y pensaba en el coyote, pero en el proceso de forrar el barro, cuando quise quitar el papel, se destruyó toda y ya faltaban dos días para la fiesta. Estaba pensando qué hacer y se me ocurrió hacerla del covid. Si ya usan del presidente o de lo que sea, pues no importa. Además, esto se va actualizando y ¿cuáles son los monstruos a los que más se les teme? El máximo monstruo del 2020 fue el covid.

¿Cuál fue la reacción de la gente al ver la máscara?

Cuando la estaba haciendo pensé que tal vez no le iban a entender porque en ese momento el virus tampoco era tan conocido, no había una imagen que todos tuvieran. De hecho, el virus es microscópico, no se puede apreciar a simple vista, y nadie sabe de qué color es. Se intuye su forma, pero no se conoce su color. Yo elegí el verde. Además, ya no tenía tiempo y la hice con un globo que inflé y forré con papel y engrudo.

Cuando terminé, un chavo me preguntó si era un planeta o el Sistema Solar, pero después todos entendieron y dijeron que era el “Coronavid”, una mezcla de coronavirus y covid. Fue chistoso. Durante las danzas hay mucho juego entre los personajes. Como yo era el covid, la gente no quería tocarme para no contagiarse. Cuando pasaba por el pueblo, los niños corrían y gritaban: —¡ahí viene el Coronavid!—. Todo el tiempo era un juego.

El viernes en la tarde se hace una competencia o lucha, por eso hay que tener un sable. No peleas realmente. Bueno, hay pueblos donde sí se golpean duro, pero aquí es algo más teatral. Cuando me tocó pelear, mi contrincante actuaba como que me echaba desinfectante en spray, hacía el gesto con las manos de ponerse gel o fingía que se ponía un cubrebocas. Fue toda una representación.

¿Tu máscara fue la única presencia del covid en la Judea?

No, algunos se ponían cubrebocas encima de la máscara o les ponían cubrebocas a sus muñecos. Antes la gente llevaba animales disecados como tigrillos o tlacuaches, pero ahora son muñecos que participan en la danza como si fueran a atacar o para olfatear y buscar cosas.

 

 

Figura 2. Máscaras para la Semana Santa. Fotografía: Carlos Arturo Hernández Dávila, 2021.

 

Expulsar al virus

Sandino comentó cómo la Judea Cora es, en realidad, una fiesta donde ocurren muchas cosas simultáneamente, algunas de las cuales él mismo no ha terminado de comprender. Tampoco es nuestro objetivo dar cuenta de todos los detalles en este documento, mas, en general y según sus apreciaciones, se trata de una alteración de la vida cotidiana donde todo se invierte:

Puedes ver señores casados que normalmente son muy correctos y hasta homofóbicos, que durante la Semana Santa se visten con pelucas de mujer y andan abrazándose con otros hombres. Pero esas cosas sólo ocurren en la Judea y está bien porque no eres tú realmente, es el espíritu al que le diste cuerpo. No pasa nada.

Un tiempo donde se hacen travesuras y se rompen las reglas, donde lo normal se invierte con lo anormal o extravagante, y donde un virus puede bailar, comer y divertirse. ¿Cómo llegó la prensa de Nayarit a registrar el evento y la máscara covid?

El sábado, último día, Sábado de Gloria, todos se echan al agua y se quitan lo borrado. Ahí fue cuando llegaron del periódico y los dejaron entrar porque ya se iba a terminar. Yo ya estaba por echarme cuando un señor se acercó y me dijo: —ayer soñé que teníamos que tirarte al agua para que el río se lleve al virus y no llegue al pueblo—.

Antes de esto, todos los borrados se acuestan afuera de la Iglesia para que el cura les eche agua bendita. Una vez que te cae el agua bendita, ya te puedes quitar lo borrado. Entonces ahí me pusieron hasta adelante y me echaron muchísima agua porque no era yo, era el virus en realidad. Y fue muy interesante todo lo que ocurrió porque hasta antes de la Judea, todos hablaban del virus, pero era algo invisible. Nadie sabía dónde estaba, cómo era, quién estaba contagiado. Era algo invisible que con mi máscara se convirtió en una persona que se puede tocar, vencer. Ese ser amenazante, se volvió tangible y un ser fácil de derrotar.

Todas las máscaras funcionan de esa misma manera. Ellos mismos personifican a los seres malignos de la montaña y es una forma de enfrentar los miedos. Uno encarna a lo que más le teme, son demonios. En este caso, se organizaron para derrotar al virus: me llevaron cargando al río y me aventaron. Un chavo se me acercó y me empezó a enjabonar porque sabían que el virus se moría con jabón. Me llenaron de jabón y me mataron.

No sé, al final, durante muchos meses, ni una sola persona se enfermó en ese pueblo. En 2021 hubo algunos enfermos y hasta muertos, pero por meses ellos estuvieron seguros que todo lo que se hizo en la Judea había funcionado.

 

 

Figura 3. Sandino y el “Coronavid”. Fotografía: Carlos Arturo Hernández Dávila, 2021.


[1] Diego Castañeda Garza, Pandenomics (México: unam / Malpaís, 2020), 113-114.
[2] En referencia a la importancia de la danza para el mundo rarámuri en la sierra Tarahumara. Al respecto cabe sugerir la composición Mo’koólami kókoli (Virus Coronado) de Martín Makawi, acceso el 14 de enero de 2023, https://www.youtube.com/watch?v=uP5K6tuMChM.
[3] La noción de fractal designa, en este caso, las réplicas o la pluralidad de personalidades de una misma idea o existente. Hablar de un virus fractal sugiere un desdoblamiento del microorganismo que causa enfermedades, malestares y cambios inevitables en cualquier cuerpo biológico y social. Daniele Dehouve, “El fractal: ¿una noción útil para la antropología americanista?”, Desacatos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 53 (2017): 130-149.
[4] Carlos Arturo Hernández Dávila, “Ponerle rostro al virus”, Iberoforum, Revista de Ciencias Sociales, año xv, núm. 30 (julio-diciembre de 2020): 1-12.
[5] Libni Tapia, “Con ritual cora, sacan al Coronavirus de la sierra de Nayarit”, Entérate Nayarit, 20 de mayo de 2020, acceso el 14 de enero de 2023, http://www.enteratenayarit.com/seccion/local/1589997879/con-ritual-cora-sacan-al-coronavirus-de-la-sierra-de-nayarit-fotos.
[6] Agradecemos a Sandino Bucio Dovalí su colaboración y generosidad con la información.
[7] Los judíos se compromenten a “borrarse”, al menos, durante cinco años seguidos. Si no lo logran, deberán pagarle al diablo los años que quedaron pendientes. Verónica González-Laporte, “La Semana Santa cora: expresión de identidad indígena”, Société suisse des américanistes, núm. 64-65 (2000-2001): 119.
[8] González-Laporte, “La Semana Santa cora...”, 121.

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Narrativas Antropológicas, primera época, año 6, número 11, enero-junio de 2025, es una publicación electrónica semestral editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.revistadeas.inah.gob.mx. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2019-121112490400-203, otorgada por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la ultima actualización del número: Iñigo Aguilar Medina, Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Av. San Jerónimo 880, col. San Jerónimo Lídice, alcaldía Magdalena Contreras, C.P. 10200, Ciudad de México; fecha de última actualización: 10 de enero de 2025.

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